martes, 28 de agosto de 2007

Morfeo, por favor...


Cuando te compras un despertador, también te compras un reloj. Pero yo pienso que hay que diferenciar claramente ambos conceptos: Un reloj marca las horas, las deja pasar 'tictaqueando' lenta pero inexorablemente. En cambio, el despertador es el verdugo del tiempo. Decapita las horas; rompe hasta los segundos cuando menos te lo esperas y a traición... Suena la alarma. Te ordena: "¡Levántate y anda!" te resucita de entre las tinieblas del sueño profundo.
Se dice que hoy en día somos esclavos del tiempo; yo aún diría más: Somos esclavos del despertador. Pongamos que en plena noche a tu vecino de al lado le da por coger una cazuela y un cucharón e improvisa un concierto de percusión casera por su pasillo de casa a las tres de la madrugada... A los pocos segundos ya estás aporreando su puerta y preguntándole si se ha tomado una sobredosis de Prozac.
Y es que no soportamos ni consentimos ese ruido de metal contra metal pero, en cambio, no nos parece nada extraño provocar un ruido estridente cada madrugada con ese chisme llamado despertador. Para mí, la propia palabra es sinónimo de 'torturador'. Es como si causásemos voluntariamente el aborto de un sueño perfectamente gestado. Además siempre suena en el mejor momento... en el mejor fotograma de tu sueño erótico, cuando está a punto de cumplirse eso que no te ocurre en la realidad. Es entonces cuando oyes el ruido de la campanilla: ¡RRRRRRIIIING...! (o un pitido agudo que se te mete en el cerebro, que es lo que se lleva ahora) Y, claro, a nadie se le ocurre presentar una denuncia a la Guardia Urbana: "¿Oiga? ¿Guardia Urbana? Es que le llamo porque mi despertador me despierta cada mañana y no me deja dormir... a ver si pueden enviar un coche patrulla para solucionar esto, que ya no puedo más..."
No cuela. No serviría de nada. No somos conscientes de que nosotros mismos nos metemos por el oído una sobredosis de contaminación acústica cada mañana y tan campantes. Es como si padeciéramos una bulimia, pero del sueño: Cuando consideras que te has pegado un atracón de descanso, te provocas el vómito y el trasto este hace que lo saques todo...
Por último está esa manía de decirnos a nosotros mismos: "Cinco minutos más." y nos damos la vuelta. Es como si pidiésemos prórroga en la final de un partido de fútbol. Y pasado este tiempo, ¿Qué pedimos? ¿Tanda de penaltis?
Ahora me voy a descansar. Os dejo con ese Tic-tac, tic-tac... escuchad: Tic-tac, tic-tac, tic-tac... Pero no os confiéis demasiado... El despertador es un traidor: Primero te hipnotiza con su suave tictaqueo, pero en cualquier momento provocará una especie de descarga eléctrica sobre tu aletargado cuerpo y te despertará.
Felices, pero cortos sueños...

2 comentarios:

Miquel Lorente dijo...

Bienvenido a la bloggesfera, el despertador y el reloj marcan las horas pero no lo olvides los tiempos los marcamos nosotros

1abraçada

Robert Barberá dijo...

gracies miquel!
temps fugit...