lunes, 6 de agosto de 2007

Y si fuera cierto...

Como bienvenida le dijo a la camarera que quería un Gintonic. “Con poca tónica, por favor” puntualizó mientras abría su enorme libreta de ideas.
Era noviembre, y el frío de fuera del local se dejaba nota empañando los cristales del local, por lo que se ofrecía mayor intimidad a los clientes. Nunca había visto tan poca gente en el local a esas horas, lo que llamó su atención, y procedió a darle un vistazo a los demás acompañantes de trago que se dejaban caer en la barra.
Tras acabar de examinar a todos los transeúntes del local, acaparó su mirada directa a la libreta. Tenía muchas notas apuntadas, y entre ellas un teléfono. Como de costumbre, sin indicar más que un nombre: Audrey 555 081 981. No le hubiera llamado la atención, viendo que estaba apuntado con el mismo bolígrafo que utilizaba normalmente, regalo de una muy buena amiga suya, y que el tamaño de la nota era más o menos como el del resto, sino por el nombre “Audrey”.
Mientras aprovechaba a deleitarse con el sabor amargo de su bebida, puso su cabeza un poco declinada para ver si de esta forma le venía a la memoria esa nota...quién Audrey?
Mientras se encontraba exhorto en sus pensamientos, apareció un hombre tosco, de unos cien kilos de peso, y con una voz aún mayor que su tamaño. Con gesto algo grosero, le indicó a la camarera que deseaba un café con unas gotas de anís seco, tras lo cual se sentó a su derecha, a tan sólo un taburete de distancia. La camarera procedió a elaborárselo con suma urgencia, como si fuera la única persona en el local, que a pesar de no estar muy transitado, había demasiado trabajo para una sola camarera.
El hombre le observó, como quién desea conversación. “Hace mucho frío hay fuera, y encima está empezando a llover...”se dirigió esperando una respuesta. “Sí, es cierto, pero me gusta tanto el frío como la lluvia, por lo que no tengo problema alguno con este tiempo, más todo lo contrario”.
La camarera, mientras charlaban tan brevemente, le dejó el café delante, con una degustación de chocolate negro.
-Te he dicho con coñac!!!-gritó de mala manera el caballero.
La camarera acudió tal perro a su amo con cara de asombro, y antes de que pronunciara palabra para recordarle al señor su petición, indicó con rapidez: “Te has confundido, ese café es para mí, ummm, como me gusta, cargado de anís! El del caballero será el que estás haciendo ahora...”.
La camarera le miró como si no se creyera la situación, pero también con mirada cómplice. “ Sí, tiene razón...”. Puntualizó la joven.
El hombre observó la escena, viendo su libreta repleta de papeles, y el Gintonic con el café, y le comentó: “Una combinación muy rara, no?”. “Peor es la de intentar amargarle el día a una señorita tan bella, no?” El tosco caballero se quedó estupefacto tras la contestación y entendió que lo mejor era acabarse su café y marcharse.
Mientras eso ocurría, sacó su móvil para ver quien era Audrey. Marcó. Esperó tres tonos de cortesía, y...le contestó una voz dulce y fina, como si de una niña se tratara.
-Hello...Hello?-volvió a insistir al ver que nadie contestaba. En ese momento, sus ojos cambiaron de aspecto y se volvieron más dichosos. Ya sabia quien era Audrey...

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