domingo, 2 de diciembre de 2007

Encuentro


No lograba divisar dos metros más adelante de sus pies debido a la cantidad de gente que se encontraba marchando junto a él, todo era un ir y venir de gente habida de hablar, de presumir de sus mejores galas, o simplemente de hacer gracia. Todo ello le inquietaba por las horas que eran y no considerar haber hecho nada provechoso en todo el día, por estar ahí.

Todo ello cambió de un plumazo, cual bofetada de maestro de escuela a sus pupilos. Entre toda esa multitud logró divisarla, aunque no pensaba encontrarla.

Tuvo que mirar dos veces para asegurarse que no se trataba de ningún espejsimo, y así fue. De reojo la miró, para que ella no se percatara de su presencia, pero fue tarde, la presa habia cazada al cazador.

Por la espalda, como nunca se debe matar, ella le saludó, para que instante seguido se alargaran sus labios hacia ella en busca de dos besos llenos de necesidad.

Con la vergüenza de una niña de quince años, puso ambas mejillas para retirarlas a reglón seguido y dejar un mar de suspiros dentro de su corazón.

Su vestimenta era de lo más formal, camuflado a la niña que lleva dentro y que nunca deja escapar. Sus gafas de sol evitaban ver sus preciosos ojos negros que tantas sensaciones le habian hecho experimentar, pero lo que más le llamó la atención fue su pelo. Ese mismo pelo que le gustaba oler cuando la abrazaba, cuando le susurraba algo al oído, o cuando la besaba.

Sin saber porqué, ella se marchó fugazmente cuando le invitó a llevarla a casa, buscandola entre las calles, por si se había dejado un zapato de cristal. Pero no hubo ni zapato ni carroza de calabaza, simplemente una llamada de teléfono que le supo a gloria.

Lo peor de todo es que esa bofetada fue directa al corazón...

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